Estoy triste

Fecha: 16.10.2011 | Autor: Adriana Iriarte Pérez


Cuando ya se ha convertido en norma la inmoralidad, la mentira, la falta de valores, la falta de respeto por lo que es nuestro como la cultura indígena, cuando dentro de tu país se te ha desterrado moral y socialmente, cerrándote las puertas la intriga predominante, y que se desea luchar por defender tus derechos y se encuentras solo. Entonces no cabe duda que todo ello, se ha establecido como parte de los valores de esta cultura. No importa que se sea solo, esa persona sola también tiene derechos. Entonces cuando se te quiere violar acesinar, amedrentar no tienes derechos por no formar parte de ningún frente político, organización o asociación vecinal. Para que tus derechos sean defendidos tienes que formar parte de ellos, así tengan grandes antivalores. Solo no tienes derechos, está demostrado. No tengo nada en contra del hermano país, nada en contra del extrnjero, pues mi esposo lo es y mi hijo,hermanas y sobrinos viven en el extranjero. Pero, si es indignante, que un grupo de ciudadanos que en principio fueron indocumentados, y que ahora se les haya dignificado con identificación venezolana, sean los que nos estén discriminando por ser indígenas y primeros pobladores de estas tierras. Se burlan de nuestra condición y nos excluyen de los derechos sociales solo porque ahora tienen poder como venezolanos y por formar parte de los consejos comunales. Estoy triste ante la indisferencia de las Instituciones a las que acudí, como: el Ministerio de las Comunas, INAVI, Defensoría del Pueblo, Ministerio de Ambiente, Fundacomunales y otras. Me han desterrado social y moralmente. Sus amigos y amistades tienen derecho como pisatarios a las tierras, sean colombianos o venezolanos. Pero nosotros los de descendencia directa Chaima-Kariña se nos discriminó y no se nos otorga el mismo derecho que tienen aquellos que forman parte de los Consejos Comunales y reciben favores políticos.
Me desterraron, en virtud de lo cual, debo esperar el tiempo que pide el gobierno de Israel para regresar a mi segundo país, el país de mi esposo. Falta poco para ello, pero deberé regresar porque aquí perdí por completo mis derechos sin encontrar apoyo, sin encontrar ayuda de alguien que me proteja del terror y amenazas vividas. Todo por querer proteger un ecosistema pequeño como cualquier persona humana lo hubiera hecho. Enfermó mi madre indígena por esas razones, ni siquiera por eso hubo sencibilizadad por parte de esta gente que esconde sus propios intereses. Intereses que ningún organismo se ha atrevido a investigar. Gente que recibió viviendas, las vendió y ahora exige nuevamente otra, dejando sin posibilidad a otra familia realmente necesitada, y destruyendo ecosistemas para ello, y así muchas cosas que la gente prefiere callar por temor a sicariatos y amedrentamientos. Le entregué un proyecto de lo que quise hacer en este pedacito de tierra que ni tan grande es y ninguna institución lo tomó en cuenta.
Que solo estoy, y mi mayor pecado es haberse civilizado, culpa que no es mís sino de la misma situación económica que obligó una día a mi madre a sus 14 años a emigrar a Caracas, para ayudar a sus padres quienes no podían con la carga de tantos hijos. Pero un indio también tiene derechos a ser diferente, a estudiar, a hablar bonito y hasta a ser jefe si la vida se lo permite.

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